Día 1: Llegada a Gili Trawangan y visita a la zona turística
Estas islas pertenecen a Lombok, y se llega a ellas en tan sólo 20 minutos, pero como nosotros estábamos en Bali tomamos un ferry rápido desde Padangbai, un pequeño pueblo con playa y embarcadero al este de la isla. Usamos la compañía Wahana Gili Ocean porque, aunque quizá no era la más barata (41,50€ por persona), la casa donde nos alojamos nos ofrecieron recogida cerca de la casa a las 7 de la mañana en minibus hasta Padangbai y el ferry hasta Gili Trawangan. Un combo así es muy recomendable porque aunque hay opciones mucho más económicas, se tarda mucho más y en el sudeste asiático es muy dificil coordinar los diferentes transportes (taxi, bus, ferry…) para llegar al destino.
El ferry debía salir a las 9:30 pero con su calma y desorden, nos dejaron las mochilas apilotonadas y esperamos sin saber nada casi 40 minutos; primero en la sombra que encontrábamos y después en un bar donde tienen su «mesa-oficina». (Nota: no entrar en la propiedad del hotel debajo del bar. Parece que no les gusta nada y se ponen casi agresivos…).
Después de una larga cola bajo el sol balinés tomamos el ferry hacia Gili Trawangan. Nosotros ibamos en la cubierta, otros arriba, pero no sé cual es peor: en uno te tuestas con el Sol, el otro te ahogas de calor por el poco aire que pasa y lo estrechos que son los asientos… El trayecto dura aproximadamente 1h 30min y con el retraso que llevábamos, llegamos a Gili Trawangan más o menos a las 12.
Al llegar allí, como en la mayoría de sitios, te esperan muchos locales para llevarte hasta tu hotel porque las pocas calles que hay no tienen nombre. Pero al ser una isla pequeña, normalmente puedes andar hasta tu hotel. Así que antes de llegar allí, nos estudiamos como llegar hasta nuestro hotel para evitar perder el tiempo con un «guía» y tardamos unos 10 minutos en llegar al hotel.
Nos alojamos en Angel’s Cottages (16€/noche), un pequeño hotelito que como el nombre indica está compuesto por cottages (cabañas) con paredes y techo de madera. La habitación era sencilla pero estaba bastante bien y la cama tenía una mosquitera alrededor, cosa casi vital allí. El baño era sin techo, lo cual hacía que al ducharte estuvieramos expuestos a los mosquitos, pero no fue ningún problema. La habitación tampoco tenía aire acondicionado, pero te dejaban dos ventiladores que algo hacían, Lo peor era el sonido de la mezquita cada dos por tres, pero por lo visto, se puede oír de casi toda la isla; y en cambio, los chicos de recepción que se ocupan un poco de todo eran muy amables, sobretodo Marcelo que incluso hablaba un poco de español porque lo estaba estudiando.
Después de dejar nuestras mochilas y refrescarnos un poco, salimos a dar un paseo por la calle principal, a tocar de la playa, para ver cómo era el ambiente, y aprovechamos para comer algo rápido (11,80€). De las tres islas es la más poblada y más turística, pero aún así, quizá por el hecho que fuera Noviembre, no había mucha gente. Tras comer fuimos a tumbarnos en una hamaca para relajarnos, disfrutar de la vistas de la playa y la mar en calma, y al ser ya tarde no nos cobraron nada.
Tras relajarnos fuimos a tomar una ducha para refrescarnos del calor insoportable, salimos a cenar otra vez por la zona de restaurantes en el Bar Mawara (8,10€) y tomamos un cóctel en la playa tumbados en una especie de puf. Poco rato después fuimos hacia el hotel porque aunque no hubieramos hecho muchas cosas, estábamos un poco cansados.