Día 2: Ubud y el Bosque de los Monos (Monkey Forest)

Día 2: Ubud y el Bosque de los Monos (Monkey Forest)

DÍA 2: UBUD Y EL BOSQUE DE LOS MONOS (MONKEY FOREST)

El segundo día nos despertamos en nuestro templito listos para empezar a descubir Ubud: desayunamos fruta, tortilla y tostadas en el porche de nuestra habitación y nos dirigimos hacia nuestra primera meta: el Bosque Sagrado de los Monos en Ubud (Monkey Forest).

Nos hacía mucha ilusión ir a ver los monos porque no sabíamos que nos encontraríamos, y porque era la primera vez que veíamos tantos monos juntos. De nuestro hotel al Bosque Sagrado de los Monos tardamos una media hora andando. A lo largo del camino vimos varios templos, de lo cuales algunos eran religiosos, pero otros muchos eran casas particulares y hoteles.

Delante de estas casas, encontramos una característica de la cultura balinesa que nos resulta muy curiosa y al mismo tiempo fascinante. Los balineses dejan una especie de flor con incienso y algo pequeño de comida (galletas o pizza) delante de cada puerta, incluida la de nuestro hotel. La dueña del hotel nos explicó que es un ritual hindú en el cual se tiene que hacer donaciones a los dioses. Estas ofrendas (canang sari) bendicen la vivienda delante la cual están puestas.

Ofrecimiento
Ofrenda (Canang sari)

Fue un aspecto muy original y fascinante de la cultura hindú. Esto, junto con los templos, que personalmente siempre nos han encantado como lugar de culto y por su estructura arquitectónica, hacen que Bali tenga un ambiente especial en sus calles.

Templo en Ubud
Templo en Ubud

Llegamos al Bosque Sagrado de los Monos en Ubud por los callejones de la ciudad, y ya la entrada impresionaba por los monos que salían del parque. Compramos las entradas (unos 4€ cada uno) y entramos. Ya en la entrada, hay un local que da de comer a unos monos que pasean por allí y muy amablemente nos dejó probar a darle de comer y fue una sensación muy rara: tenías que esperar con la semilla en la mano hasta que el mono viniera a buscarla, la cogiera y se fuera.

Dando de comer a los monos
Dando de comer a los monos

Seguimos nuestra visita hacia el corazón del bosque. El parque es muy grande y en él hay un montón de monos de todo tamaño: de los más pequeños a los más grandes, se veían madres con cachorros, parejas, había de todo y lo que más nos gustó es que se veían escenas de vida cotidiana de los monos ajenos a los visitantes.

Monos
Monos

Nos sorprendió la cantidad y variedad de monos;. De hecho casi al final de la visita encontramos un cartel en que explicaban las características y los grupos en que se dividían los 600 monos macacos que vivían en el bosque de Ubud. Éstos se dividen en 5 grupos cada uno de unos 100-120 monos:  las crías (0-1 año) ; los infantes ( 1-2 años); los jóvenes (2-4 años); las hembras adultas (mayores de 4 años) y los machos adultos ( mayores de 6 años).

En el interior del bosque hay también muchos templos y un pequeño río en el que los monos se lavan y juegan. Más adelante, encontramos una zona amplia donde se erige un gran templo y allí, había una señora que vendía plátanos a precios exagerados para dar de comer a los monos. Básicamente la señora vendía 2 plátanos y la persona que los compraba tiene que ponerse en el medio de la plazoleta con el brazo levantado y el plátano en la mano; en cuanto el mono veía el plátano, subía utilizando el cuerpo como un árbol hasta llegar al plátano, y se iba para comerlo tranquilamente. Visto el precio de los plátanos, decidimos no comprarlos allí y mirar sentados en las escaleras del templo como lo hacían los demás.

Mono balinés

Allí fue cuando un mono se puso encima de Silvia y empezó a jugar con su camiseta y su mochila. Al intentar quitárselo de encima, el mono se enfadó y acabó mordiéndole en el brazo. En estas situaciones, lo más aconsejable hubiera sido mantener la calma, si es posible dejar que el mono haga lo que quiera,  o si no levantarse sin más, sin tocar al mono.

El mono de Silvia

Aún así, la situación fue bastante cómica, y por suerte, el mordisco, no fue fuerte y tampoco rompió la piel. Eso es lo que más temíamos por el tema enfermedades, pero todo quedo en un susto y una experiencia más.

Yendo ya hacia la salida del parque nos quedamos con las ganas de intentar dar de comer a los monos con los plátanos y hacernos una foto como recuerdo, y ya que no sabemos si repetiremos esta experiencia, decidimos comprar unos plátanos en el último carro antes de la salida (que, además, valían la mitad). Al final no nos arrepentimos haber dado de comer a los monos, al revés, fue una experiencia que mereció mucho la pena y que repetiríamos. La sensación de tener un mono subiendo por tu cuerpo o que se queda encima tuyo es muy divertida.

Roger y su mono

Después del Bosque de los Monos, volvimos al centro de Ubud, en Jl Raya Ubud, donde encontramos un restaurante local: comimos una plato de pasta y un plato típico Balinés, y en general asiático, un nasi goreng con pollo y volvimos a visitar el centro de la ciudad. Vimos la mayoría de los templos de la calle principal, el Palacio de Ubud, el Templo del Agua de Ubud y ¿’.

Entrada a un templo

En la carretera vimos mucha publicidad y gente vendiendo entradas para un show tradicional balinés que hacen cada noche en los templos de Ubud. Además, también el dueño de nuestro hotel nos habia hablado muy bien de esa danza tradicional, así que decidimos comprar dos billetes para el show de esa misma noche (5.50€ cada uno) en el Templo «Pura Dalem«.

El espectáculo, que era por la noche y duró una hora y media,  se llama Kecak Dance y mezcla la danza tradicional balinesa con el fuego. La danza consiste en un canto típico que repetía siempre las mismas palabras (chak, chak, chak) cantadas por el coro de locales vestidos de manera tradicional. El coro representaba la columna musical presente durante todo el espectáculo, y una serie de personajes vestidos con ropas muy vistosas contaban un cuento (en este caso de la lucha entre dos pueblos). Los últimos 15 minutos, se dedicaron a la lucha de un hombre que montaba sobre un palo como si fuera una escoba y representaba un dragón luchando contra el fuego. Lo que ese hombre hacía era cruzar las brasas ardientes de fuego descalzo una y otra vez.

En general, nos hizo gracia haber visto una danza típica balinesa pero el espectáculo no nos gustó demasiado, y seguramente no lo repetiríamos porque se hizo un poco pesado al final. Per ya que estás en Bali, merece la pena al menos ver un espectáculo tradicional.

Tras la danza, cenamos en un restaurante que encontramos de camino al hotel y ya fuimos a descansar.

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